28 de abril de 2008

Seguramente salió el sol más feliz que nunca.
Las nubes respondieron con su esponjada ligereza.
Primavera en pleno hizo brillar el concreto, en medio de una ciudad que un día no me gustó.
Había charcos contentos, su noche tuvo mucha luna. Alguien hizo bien su trabajo.
La magia permanente hizo ondas en el éter.
Supernova decidió traer su luz hasta la tierra... luz de agonía, luz de vida.
Bienvenido. Siempre bienvenido.
Mira a la luna y sopla. No tienes que decir nada...
Extiende tu aliento un poco más, ni siquiera intentes alcanzarme.
Tan sólo respira más fuerte.
Un susurro imperceptible, una estrella miniatura de las que habitan en tus ojos.
Tan solo eso...
Cierra los ojos y siente la noche, siente su abrazo encomendado.
Abre los ojos, mira la luna, sopla.
Talvez ella se encargue de traerme un consuelo, para este silencio demasiado largo.

7 de abril de 2008

Como Flaubert, me acerco a ti con la realidad hasta el ombligo.
Como estoy siempre y sólo a veces muestro; a ti siempre.
Hombre de tierra y no.
Ingredientes secretos que sé desmenuzar.
Sueño y herida.
Todavía.

1 de abril de 2008

Saqué las hojas de otoño de aquel rincón de mi alma, dejaron sus huellas color ámbaar.
Las guardé entre las hojas llenas de nuestra historia, escrita por manos ajenas, vista por ojos lejanos.
Ahí están dentro de ese mundo miniatura, el único que les permite soñar: la prueba de un tacto espontáneo de una noche lejana, casi eterna.
Ahi estan bien, el libro duerme en la repisa.
Como yo y como el hada.
Intento encontrar una ilusión, una chispa, en el aroma de un libro nuevo, comprado en un arranque de vacío.
No vino solo y comparo sus alientos.
Son diferentes y me sorprende.
Días grises sobre niñas de colores que están descansando la sonrisa, por alguna razón no señalada, casi temida.