22 de mayo de 2012

Adiós Diente de León

No entendía de orden en el jardín, de horarios de comida y no sabía que había gente que usaba las noches tan solo para dormir. Que las manchas siempre están fuera de lugar y hay que quitarlas o esconderlas, que las ventanas no se deben dejar abiertas.

Por un tiempo fue feliz riendo con los pisos mojados tras la lluvia, con las cortinas rotas de tormenta y las flores sorpresivas cubriendo la pared. Guardó los tréboles de dos, tres y cuatro hojas porque no quería arrancarlos y esperó el amarillo de la primavera en promesa de aliento de esporas voladoras.

Llegaron los Dientes de León con su despeinado, con su facha, con su breve altura y redondez. Quiso guardar aquella magia y esos giros viajeros en un pedazo escondido de la casa.

Pero no. Así no son las cosas.

Hubo que dejar ir el amarillo de las flores y el rojo de las hojas, se peinó el pasto y se arrancaron los tréboles. Se limpió la casa, se cerró la ventana, se cambió la cortina.

Lavaron los zapatos para que olvidaran los pasos andados, los ecos lejanos de libertad. Ya no hay Dientes de León en el jardín y tal vez sea cierto que es más bello...  Alguien podó los Dientes de León y las mañanas ya no tienen ánimos voladores.

Aun no entiende, aunque sonríe. Tal vez este es el color de la compañía.

15 de mayo de 2012


Solías despertar, mas que a mi lado, pegado a mi. 
Solías llegar a mis brazos como casa y a mi boca como anhelo. 
Me mirabas y yo en tus ojos vi el futuro y la calma y las risas de días y de años.

Nunca pensé estar tan lejos ahora de esos ojos, que estando tan cerca y tan de frente no busques mi sonrisa, o mi mano. Que tu voz sea de todos y yo ya no la sienta mía, que te vayas o peor aun, que me dejes ir.


Ya no quiero sentir. Y soy muy buena para eso