10 de diciembre de 2008

Tras el empujón de una intuición madrugadora me asomo a tu ventana, esa que sabe romper distancias y hablar dialectos mínimos.
Ahí en el vidrio se ha pegado de nuevo el vapor de tu calor que destempla y que convierte en lienzo efímero esta circunstancial barrera que me separa de ti. Y sí... como esperaba...
Tus yemas han tocado este cascabel y en mis sueños me llamó. Ahí esta otra vez el mensaje.

Puedo ver los castillos de nube que soñaste y mencionamos, aquellos que no vemos si nos mantenemos mortales.
Escucho tu risa y andar lejano, como hace tiempo, como cuando el silencio era espera no asumida de ojos que sin aviso estallan en gritos mudos.

La certeza inunda esta cabeza aun dura, y siento, y miro... tus palabras y visiones se deslizan ante mi. Me veo y me sorprende esta locura de saber que me sabes, de mirar que me miras.
De ser porque soy y porque tu me lo permites.

Fui dos, fui una. He sido media y a veces nada. Me he dividido en miles y he quedado mas pequeña... encogida, encorvada. Escondí mis ojos y pociones. Cerré el aliento creación para poder andar medio dormida.

Miro, leo, siento... caes en mi garganta y la aprietas mientras dices estás viva aun así, con ojos de sueño. Aun tropiezo... aun temo... pero miro...
Me miro entera entre las líneas de tus párrafos morados.