31 de marzo de 2011

Demasiados pedazos de pasado regados entre solo cuatro paredes. Mucho desorden y fantasmas escondidos tras los libros, rincones. Sorpresas de todo tipo debajo de la cama, tejiendo telarañas de otros tiempos, obras pendientes al descubrimiento fortuito para exponerse en improvisación.

Mucho polvo, muchas huellas... Muchos mensajes adolescentes, jóvenes y niños que corren y se ríen de un presente que se siente gris al intentar explotar en colores.

Ha llegado el tiempo de descolgar los cuadros, dejar las marcas en el piso. Agrandar las bolsas de basura y elegir los habitantes de las cajas. Es todo un arte armar un ático con los arrumbados adecuados.

No es negación de las piezas del camino, los adoquines pegados a los zapatos, los zurcos de las lágrimas tercas. No es olvido ni omisión. Simplemente es tiempo.

1 de marzo de 2011

Hubo una vez un libro que escapó de su autor. Corrió por varios ojos y encontró cobijo entre la miel de un par de pupilas. Pero ese refugio no estaba completo, y las letras a veces aun salían a recorrer recobecos de adoquín. Un día la boca de esos ojos miel dijeron la palabra mágica y otros poros escucharon. Movieron los vientos y viajaron en nubes hasta encontrar de nuevo los arrollos entre párrafos y las ramas entre páginas. El mundo estaba completo. Casi ni rastro de la mente maestra podía ser intuida, sólo los latidos acompasados y estruendosos de un encuentro.

Sin embargo ese andar era prohibido, y si bien se iluminaron las calles y danzaron las otoñales hojas al crujir de esos pasos compartidos, el tiempo estaba cayendo por la cintura de aquel reloj. Había un final y era claro... y ese final llegó.

El papel se volvió amarillo, la portada temida, los misterios y sus secretos punzadas dolorosas. Se guardó el libro en un rincón de un cuarto con demasiados recobecos. Pero respira porque es vida y de vez en cuando tose y da a algun alma, ahora alejada un suspiro con sabor a atardecer y a descubrir.