13 de febrero de 2012

Colibrí decidió quedarse un tiempo quieto, disimular el intenso batir de sus alas... pero su corazón no puede ser mas lento.

¿De qué sirve que sonría y vuele al paso de cualquier golondrina? Las gaviotas no lo entienden, ni las tórtolas. ¿Acaso el ruiseñor comprende su pasión y es lo que canta en los otoños?

¿De qué sirve, trovador, que hayas conquistado ese minúsculo corazón?

Colibrí aparenta descansar en ramas bajas, y pasea por jardines simulando que no extraña aquella selva y aquellos vuelos. Mira aun y como siempre al cielo. Ríe de los hombres que sirven mieles y endulzan agua para mirarle de cerca mientras recuerda los trópicos y sus flores, sus frutos y humedades.

Teme cansarse de la apariencia que acepta aun creyendo que no ha sido mal gastada. Sabe que ha valido la pena pero sus alas preguntan cada alba si los siguientes pasos lo valdrán. Hay mañanas maravillosamente frías y noches encantadoramente oscuras.

Hay atardeceres que entumen demasiado y si acaso sus alas aun se saben comportar su mente no puede evitar volar.