Recuerdo tu mano en mi espalda y sonrío. Habíamos bebido
demasiada lluvia de estrellas, hablado y cantado como hacía tanto. Ahora había
silencio y tu mano en mi espalda. ¿Era energía o era calor? Quizás conexión
hasta los poros. ¡Cuánta inocencia podría caber en una cama, si los seres que
la habitan confían en el instante! ¿Es posible ser así, ingenuo e inocente por
un momento en que te quedas sin historia?
Soñador, la nuestra es larga. Nuestros tiempos hacen
garigoles que a veces se esquivan y aun así… tu mano en mi espalda como promesa
de otra noche, otro viaje y otro baile. Sonrío y espero que sigamos cumpliendo
las más vacías promesas, como las que sólo nosotros sabemos hacer.