Por este medio que es más frío que el tacto de un muerto de
años, como si su piel amoratada nos sirviera de lienzo escribimos los adioses
sin decirlos porque algunos no podemos. Yo no puedo porque no entiendo cuántos
años tiene este olvido que a veces se siente tan viejo y yo aún lo veo como un
recién nacido cuyo llanto me llena los oídos y no puedo dejar de querer cantarle
arrullos, ¿dormirá el dolor quizás si elijo una buena canción de cuna? ¿Cuánto
mar queda aún en mis ojos que se asome por tu nombre, por ese eco que ya no sé
si alguna vez tuvo voz? Ha rebotado la imagen en mil paredes de mil cuevas tan
oscuras y profundas y de ahí se extiende el grito atorado como bocado sin
masticar. ¿Qué vida es aquella que pasa detrás de la ventana como si fuera
ficción? ¿Por qué sabe tanto a recuerdo y vida que ya no tengo? Por qué no
puedo descifrar el mortal misterio, esta búsqueda suicida con sentido y motivo.
Necesito averiguar cuando dejaste de quererme.