1 de octubre de 2008

Confesiones

Vuelven las manos frías a las aún heladas teclas, que una vez fueron canción.
Aplastada bajo el síndrome otoñal, la susceptibilidad estacional, es necesario decir o al menos mal-decir, a que huelen las hojas junto antes de saltar.
Describir el ritmo al que bailan las ramas frente a mi ventana, y también tras de ellas... las del fondo del recuerdo que no quiero ni intento cubrir de tierra y actualidad.
Los rincones de mi alma-salamandra sonríen ante el estío inminente.
Mi nariz aun no está lo suficientemente fría pero siento... aun aquí, la complicidad con la combinación de viento y sol, de humo y agua.
Debo confesar, que aun de pronto te extraño sin tu permiso.
Que de repente tu nombre aparece entre líneas de canción indie.
Que me encantaría romper este silencio para recordar con tacto las sonrisas.
Que a veces aun aprieto el hilo que amarré a tu espalda en secreto... y pienso y sigo.
No quiero volver, ni siquiera si fuera posible.
Debo confesar que cuando todo esto pasa, y mis pulmones se llenan de tintes de nostalgia.
Aun se sonreir y agradecer la explosión que me regalaste alguna vez... hace algun tiempo...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuantos recuerdos traen consigo las estaciónes, no significa que las queramos seguir viviendo, solo son parte de lo que fuimos y de lo mejor que ahora somos. Y de las personas y elementos que nos han ido formando...

Felicidades por todo eso que conforma tu escencia y que solo los importantes personajes han sabido ver. Te quiero morra!