Deseche el nublado pensamiento de
que se está quitando la ropa solo. Observe el bulto escondido bajo la almohada
ansioso de ser usado. Desabroche su pantalón y sacuda su cuerpo para que caiga
al piso como si bailando quisiera deshacerse de las telarañas que los días
dejan embarradas sobre cualquier prenda. Tome la costura inferior izquierda de
su camisa con la mano derecha y viceversa formando una cruz frente a su torso;
sin soltarlos alce los brazos en un saludo doble a la noche que tiene enfrente.
Aviente la prenda lejos para que no contamine con rutina el sueño. Desde la
sinceridad extrema de desnudez parcial o total (decidirá usted según el clima)
mire con anhelo la envoltura narcótica. Con movimientos ondulados introduzca los
pies lento, con la delicadeza en que se entra a un estanque (esto es esencial
para ahuyentar el insomnio). Uno por uno permita a sus brazos ser cubiertos por
ese abrazo de tela fresca. Mire a través del agujero para la cabeza el augurio
ficticio. Sumérjase.
26 de mayo de 2014
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