27 de junio de 2014

Que nadie entienda, ni nosotros.
Que se haga maraña la arteria que une el saludo con el latir. Un camino revuelto, lleno de curvas y sin un solo retorno.
Que se caigan en cenizas los puentes momentáneos entre ojos, que nadie más vea ni pueda estudiar o cruzar. Este es un diálogo en binomio, el código escondido sin intención de ser secreto.
Vacíos los espacios de respuesta tras preguntas gritonas, yo al final de la línea que marcan algunos dedos señaladores imaginarios o terrenales. Punto rojo en pared ajena como visitante demasiado instalado que a veces se siente intruso. De blanco puede ser la noche: mis ojos juiciosos y mi garganta doblada, traje que bien podría ser de luto.

Que cuestionen y queden con dudas. Bienvenidos los recelos ignorantes sin maldad. Atrapo una voz repentina y oportuna al fondo de la taza de café. No entiendo ni me hace falta. 

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