Para que la vida se mantenga palíndroma hace falta una cuerda de pescar.
La línea larga y centelleante que serpentea y se escabulle en los espacios silenciosos que dividen a los minutos.
Pican a veces grandes memorias difíciles de ahogar.
En ese ojo oscuro lleno de terror de anfibio atrapado sigo encontrándote.
Se cree enfrentando la muerte.
Entonces se guarda la respiración y se traslada al montículo del pitcher.
Volarán salpicando pedazos de momento hasta caer y acomodarse en el perieco de ese mundo que crece alimentándose de tiempo.
11 de agosto de 2015
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