19 de noviembre de 2007

La Espera

El sonido del metro y las luces e imágenes que se ven tras sus ventanas. Ventanas para cajas naranjas que corren en la oscuridad bajo tierra, que precisamente cuando están bajo tierra no ofrecen mas vista que el reflejo de su relleno.
Los rostros de tantos, perfiles o espaldas. El frío de los tubos en las manos sostén.
Subió el volumen y el sonido desapareció. Le gustaba hacer eso, desparecer el ruido y volverlo todo una coreografía que se movía, si le ponía la suficiente atención, al un ritmo que sólo ella escuchaba.
El chico del mal gusto en el cabello la miraba, como sorprendido.
"Sé que me veo bien hoy, tengo motivos", pensó tranquila y entonces cayó en cuenta de que bailaba un poco. Vaya que desentonaba con el entorno... pero ya estaba acostumbrada a esa característica de presencia desencajada, aunque no incompatible. Pero aun esa conciencia de ser observada y de moverse a su ritmo no la hizo detenerse.
Ojos bien abiertos como siempre, llegó al primer destino y salió del vagón junto con tantos en su prisa, que de todos modos se movía al beat de sus audífonos. El sol era diferente hoy al subir las escaleras... no hacía frío como la vez anterior, ni había ajetreo de mañana.
Aún no había encuentro.
Con calma eligió el sitio donde llevaría a cabo la espera y asumió su posición. Viejas amigas, las notas aun la acompañaban, ¡que maravilla la tecnología!
Talvez la ciudad no era tan gris en fin de semana, o talvez era que ella no era gris para nada, al menos no en ese momento y sonreía... el caso es que la gente al pasar no fue hostil.
Cambio de canción, nuevo ritmo en los pies. Encontró compañeros de espera.
Un par de amigos preferían la sombra, el señor del abrigo raro se sentó en paralelo. La señora del teléfono no duró mucho en el grupo, mejor así, su peinado hubiera podido generar miradas incómodas; en la espera, sobre todo una musical como ésta (y también como de costumbre) la capacidad observadora alcanzaba niveles de superhéroe inventa historias.
No había tenido oportunidad de observar la estación, la calle. Suerte que salió de este lado, el otro se veía más ajetreado, menos congruente con su calma. Calma sorpresiva... momentos similares en el pasado en el que el que la cuenta regresiva tenía aquel nombre no solían ser como estos. Gracioso lo de la cuenta regresiva, que no sabes cuando termina... solo que se mueve y se consume... como todo. Cuenta que se alargaba, y aun se mantenía la calma.
¿Sería que había llegado el equilibrio? Ja! Que absurdo pensamiento. Talvez era mas bien que la certeza de una imagen, de una sonrisa, seguía filtrandose en su respiración. Sí, eso era lo más probable.
Casi cantando siguió en su observación del musical de la vida. Algunos actores agradecieron su interés correspondiendo con miradas de intriga, de complicidad, de sorpresa... y hasta de otras cosas menos indirectas y para ella al menos, más graciosas.
La cuenta regresiva se sigue alargando.
Un pequeño demonio de los años 50's trepó por su diadema y volvió todo blanco y negro por un instante. Pudo observar las grietas en paredes y pisos, erosión sobre concreto, diseños vanguardistas del pasado. Un parpadeo con efecto technicolor.
Una onda celular envió el gusanito de la prisa, o al menos esa era su intención.
Continuó con su observación, en una posición más cómoda, que de inicio la hizo recordar el orgullo de sus zapatos.
Pero esos estarían ahi siempre, y este instante no. Así que levantó la vista y vio a la rebelde.
Se asomaba arrogante por su autodeterminada existencia, si se le podía llamar así a la ausencia de asistencia humana. Teoría de la generación espontánea. Definitivamente ella podía citar ejemplos de su existencia. Como el motivo de su calma por ejemplo. Aparición sorpresiva de las emociones.
¿En qué momento dejó de poner atención a la gente para analizar el escenario del encuentro?
No importa... La gente se vuelve secundaria ante una presencia inminente.

Distracción, distracción... búsqueda en el bolsillo... nombre conocido.
Levanta la vista y aparece tras la pared... de pronto tan blanca.
¿Cual calma... calma que? Se rompe la burbuja del silencio musical en un instante.
El aire corre y las pelusas y esporas que contiene huyen del espacio que antes sólo era eso y ahora sólo es intermedio... distancia por morir.
Pasos horizontales contra pasos verticales (¿acaso favorables a su estatura?).
El mundo observado desaparece detrás de una sola imagen. No hacen falta audífonos para escuchar el bongó cardiaco, también sentir.
El éter se deshace un escalón antes de tiempo, mejor así... y con él, el escenario se derrite en
manchas sin forma.

Llegó el abrazo.

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