14 de septiembre de 2009

Decircallar

A veces no se decir nada.
Otras tengo demasiado que decir. Sufro de un mal interrumpidor que ataca cuando menos lo espero. Pero también se escuchar.
Quiero gritar y sacar un poco de esta maraña... Ponerla al sol a que se seque, se deshidrate se haga polvo y vuele.
Que se cuele en alguna fosa nasal, o se pegue en una ventana afortunada.
No se decir, no se ser... pero soy y digo a tropezones.
Miro y veo cuando soy y no soy... cuando me escondo y me extraño.
Porque me extraño... y a mi locura en soledad.
La suela nostalgia que me acompaña a cada paso por las historias que aun no salen de mis dedos ni sorprenden a mis ojos.
Esta vena de árbol agrietada echa de menos el suicidio de otoño... las hojas cayendo como lágrimas de horizontes internos... profundos... en silencio.
Supongo que es sólo que a veces me duele callar.

2 comentarios:

thoti dijo...

.. a tropezones es como vamos aprendiendo en esta vida.. el caso es ir aprendiendo y estar en camino..
.. un placer pasar a saludarte y leerte..

Feyoville dijo...

En verdad que duele callar, porque callamos lo que que queremos gritar sin pensar en el eco de las palabras, que pueden retumbar en nuestros propios oidos o sera que simplemente vivimos con el miedo de que ese eco no regrese a nosotros y se pierda en paredes de mentes vacias.